Los muros de Villar del Arzobispo
recuerdan su figura, que aún hoy se mantiene viva a través de sus poemas y
escritos.
Hoy el poeta y dramaturgo comunista Miguel Hernández hubiera cumplido 102 años. Nacido el 30 de octubre de 1910 en Orihuela y muerto el 28 de marzo de 1942 en Alicante, dedicó sus años de vida a la literatura y a la lucha por la justicia y la libertad de los pueblos. Como él mismo escribió, su teatro y poesía eran las armas que más brillaban en sus manos, y con ellas pretendía “transformar la vida”.
Tras la sublevación militar contra el gobierno de la Segunda República en 1936, Miguel Hernández se alistó en el Quinto Regimiento como voluntario del Ejército Republicano, donde fue nombrado Comisario de Cultura. Despues de combatir en Madrid y Andalucía, viajó a la URSS como delegado del gobierno de la Segunda República. Su poesía, referente estético de la literatura española del siglo XX, no se entiende sin tener en cuenta su compromiso político e ideológico. De estos años destacan sus obras Viento del pueblo y El hombre acecha.
Cuando el general Franco dio por concluida la guerra, el poeta fue perseguido y trató de huir a Portugal, pero fue apresado y encarcelado por la guardia civil. Durante su cautiverio, escribió su Cancionero y romancero de ausencias y las Nanas de la cebolla, dedicado a su hijo. Mientras estuvo encarcelado enfermó de tuberculosis, lo que causó su muerte prematura. Sin embargo, en ningún momento dudó ni renunció a sus convicciones políticas, y murió en la cárcel siendo, como había sido siempre: hombre humilde, libre, comprometido, luchador y comunista.
Aunque el otoño de la historia cubra vuestras tumbas con el aparente polvo del olvido, jamás renunciaremos ni al más viejo de nuestros sueños
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